Llevo varios días hablando con una buena amiga de una enseñanza zen.
La llamaremos la historia de la mandarina.
De cómo pelamos la mandarina, de cómo nos comemos la mandarina, y de cómo al final tiramos los restos sin darnos cuenta ni siquiera de haberla comido.
*****
“One of the saddest realities is most people never know when their lives have reached the summit. Only after it is over and we have some kind of perspective do we realize how good we had it a day, a month, five years ago. The walk together in the December snow, the phone call that changed everything, that lovely evening in the bar by the Aegean. Back then you thought “this is so nice.” Only later did you realize it was the rarest bliss.”
Jonathan Carroll
“Una de las más tristes realidades es que la gente
nunca sabe
cuando sus vidas
han llegado a
lo más.
Sólo después de que se ha terminado y tenemos algún tipo de perspectiva nos damos cuenta de lo bien que nos lo pasamos un día, un mes, hace cinco años. El caminar juntos en la nieve de diciembre, la llamada telefónica que cambió todo, aquella velada en el bar sobre el Egeo. En ese momento sólo pensaste “que bien”.Pero sólo más tarde te darás cuenta de que era la felicidad más absoluta.”
nunca sabe
cuando sus vidas
han llegado a
lo más.
Sólo después de que se ha terminado y tenemos algún tipo de perspectiva nos damos cuenta de lo bien que nos lo pasamos un día, un mes, hace cinco años. El caminar juntos en la nieve de diciembre, la llamada telefónica que cambió todo, aquella velada en el bar sobre el Egeo. En ese momento sólo pensaste “que bien”.Pero sólo más tarde te darás cuenta de que era la felicidad más absoluta.”
Mi traducción sería esta:
Pela la mandarina sintiendo su textura, toma un sólo gajo, disfrútalo, siente como se rompe y cómo sabe, traga, recapacita, y hasta que no te hayas comido ESE gajo, no se te ocurra tomar otro.
Y si la mandarina no sale dulce, tómala de todos modos, porque esa es la mandarina que te ha tocado comer.
Mañana intenta buscar otra más dulce.
Seguramente, si la buscas, la encuentres.
Y entonces ya sabes: pela la mandarina…
Y si la mandarina no sale dulce, tómala de todos modos, porque esa es la mandarina que te ha tocado comer.
Mañana intenta buscar otra más dulce.
Seguramente, si la buscas, la encuentres.
Y entonces ya sabes: pela la mandarina…
mart a.
imágenes vía:
No sé…igual mañana os cuento una cosita.
jjjj…
Dina Oltra says
Jajaja muy buena metáfora!
LiLa AnD cLoE says
Me ha encantado, pura filosofía! Un beso
teresa says
Me encantó tu reflexión, aunque ya sabes que el que espera…desespera!! Besos!!
Julia - Al lado de un río says
qué buena reflexión! justo ayer compré mandarinas, esta noche me acuerdo de ti y te cuento cómo me ha ido la experiencia zen de la mandarina! eres genial : )
El taller de la cuita says
que blog tan bonito, que tranquilidad transmites con cada foto, es precioso, tienes un gusto exquisito, enhorabuena por tu blog!!
me hago seguidora ahora mismo, no quiero perderme nada
saluditos!!
tienes un gusto exquisito, enhorabuena por tu blog!!
mart a. says
Muchísimas gracias!!bienvenida a grisb.
Un beso, pasa y sientate…
El collar de Hampstead says
Mola!
A veces no sabemos valorar la felicidad que tenemos.
Y sí,los gajos, uno a uno.
bss,Carmen
ParafernaliaBlog says
Como siempre nos trasmites esa paz y ese buen rollo, que hace que nos volvamos a fijar en la vida, en los pequeños detalles… Un placer…
Y si, hoy ando un poco moñas 😉
Cristina says
Ya sabía yo que hacía algo mal….
las mandarinas me las como en el coche camino del trabajo y me las meto enteras en la boca…¡No tengo ni hueco para responder a los insultos de los taxistas!