Cuando volvíamos al atardecer de la playa de Adraga pasábamos por el pueblo y por una fachada marrón chocolate…
Intuía por un par de pálpitos que algo bueno se escondía tras esos barrotes de madera, pero siempre estaba cerrado a esas horas.
Una mañana les dije a los chicos…parad un momentito que tengo cosas importantes que hacer.
Resultó ser una tienda, show-room, espacio para fiestas y eventos, decoración, magia….
Compuesta por varios pabellones y en cada uno sorpresas que no te esperas.
El síndrome de Stendhal está asegurado.
Que me gusta a mí tener pálpitos.
mart a.